Sobre falsos héroes
No cuesta reducir el cine a entretención. Es, como cualquier reducción, un error por donde se le mire. Es obviar años de historia narrativa y creativa (y tecnológica e incluso filosófica), o apenas compactarlos en hora y media del tiempo de cualquier persona un domingo por la tarde. En ese sentido, justificar la existencia de una película de superhéroes sólo en su función de producto ameno o familiar es caer en esa reducción.

Debe haber pocas defensas más tristes y banales para un film. “Es sólo entretención”. Muchas de ellas pueden sostenerse por sí solas, sin necesidad alguna de convertirse voluntariamente (y arbitrariamente) en pura superficie, en colores y explosiones. Gusten o no, hay películas como las Batman de Nolan o la Superman de Snyder que trabajan una idea a pesar de que su atracción primera (e incluso principal) sea ver a estas figuras de la infancia en carne y hueso y con harto y ojalá buen CGI.
¿Y si fuesen superfluas, cuál es el daño? Iñárritu nos advierte sobre sus peligros.
No pretendo hablar de ellas ni menos defenderlas. La discusión, creo, es mayor e incluso más interesante, en cuanto abarca al cine en su globalidad y no en la particularidad del género. El aclamadísimo Alejandro González Iñárritu las trata -desde tiempos de Birdman- de genocidio cultural, de películas derechistas, y pone en el tapete una discusión muy interesante sobre las posibilidades del cine: ¿son acaso estas superproducciones capaces de derrotar a la cultura? (punto aparte, González lo dice en una frase extrañísima: “éste genocidio cultural es como veneno”, como si necesitara la comparación para ser tan terrible como ya lo pone). Ben Affleck, en el marco del estreno mundial de Batman vs Superman, le responde con años de tardanza: “No se puede cubrir la industria del cine con un solo tipo de película y es mejor contar con filmes como los que él realiza”. ¿Se trata, entonces, de un tema de balance?, más aún, ¿se trata de un tema de balance entre películas de superhéroes y películas hechas por Iñárritu?
Si así fuese, estaríamos ante una pregunta necesaria: ¿Cuál es el aporte cultural de Iñárritu al cine, como para ponerlo en el lugar de prestigio que se encuentra? ¿Acaso basta con denostar en Birdman a las franquicias contemporáneas para ponerlo en ese lugar? ¿O debemos buscar alguna idea o significado en sus trabajos que le den el atributo moral para decir tales cosas?

Si la idea de que matan a la cultura tiene que ver, como se dice en una columna de éste sitio con el olvido del ser, con la obsesión a figuras grandiosas y superficiales, en vez de bajar a lo que somos… ¿Son acaso los trabajos de Iñárritu una respuesta? ¿Acaso reflejan lo que somos? Tengo razones para creer que no. Para creer rabiosamente que no. Y más allá de las particularidades que me puedan molestar de sus películas (y que no creo que vengan al caso), hay una que es general y relevante para la discusión: sus filmes, e incluso él mismo, se erigen como aquel superhéroe que viene a salvar al cine, al arte y a la cultura en general.
No es una interpretación al aire. Es parte de su discurso. Él, al contrario de a quienes apunta, está haciendo cosas importantes.
Es sólo una casualidad que a ese superhéroe también se le pueda atribuir la misma superficialidad que le atribuye a lo que critica.

El cine es para todos, para héroes y para melodramáticos, para la comedia y para la acción. Y hay de lo bueno y de lo malo en cada una de sus géneros. Historias fascistas hacen en todos lados. El problema con el rol de salvador de Iñárritu, es que disfraza su trabajo con el traje del buen arte. Peor aún, de el arte. Y se lo creemos. Y gana Oscars y lo que se le cruce por delante. Es ahí donde la honestidad de las películas de superhéroes, malas y buenas, es destacable. No vienen a mentirte y decirte que esto es bueno, que esto es lo que hay que consumir porque es de calidad. No te grita que es cultura. Sabe lo que es. A veces es chatarra, a veces hay ideas geniales detrás de todo el aparataje audiovisual. Hay películas, como Revenant, que ni con todo ese aparataje logra una buena idea. Y aún así, nos engaña.
El resto es limitar la ficción, ¿por qué acaso no pueden contarse historias de hombres con capas que nos salvan de un supuesto mal? Seguramente los necesitemos. Y lo fascista en esas historias no es una idea derechista per se. Es justamente el dilema de llevar el peso de la ley el que se trabaja ya hasta al cansancio, ya de manera repetitiva. Tanto que molesta la misma disyuntiva una y otra vez. Pero está. El resto, repito, es limitar la ficción. Es ponerse la capa y mostrar el camino de la salvación, ahí donde no estarían estas franquicias.
Esto no es, insisto, una defensa a éstas películas. Pero si debo ser honesto, es bastante cercano a un ataque a su contra. Y personalizo en A. González I., pero son muchos los falsos héroes. El genocidio cultural está en otra parte, precisamente disfrazado de cultura.
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